domingo, 25 de marzo de 2018

EL canto del pico





Una tarde soleada, de invierno en una tregua de los días de lluvia que llevaban haciendo imposible salir a "pasear" nos acercamos a Torrelodones. Desde la carretera majestuoso y siempre acechante se observa este palacete terminado de construir en la década de los 20 del siglo pasado. Original como casa museo y usado como mando militar republicano para la batalla de Brunete. Heredado por franco, después por sus descendientes y finalmente comprado por una empresa dedicada a la hostelería. Tras sufrir un incendio que aceleró su decadencia, expoliado, marchitándose sus interiores a pasos agigantados, tapiado y con el arte que albergó sus muros perdido, Este gran enclave neogótico en cuyo interior murió Antonio Maura al caer por unas escaleras en 1925, está actualmente habitado por los cientos de puntales que aguantan sus estructuras internas.
Tras subir por el camino de tierra que conduce al edificio, rodearlo completamente buscando la entrada, tapiada en todos los casos, escuché unas voces en su interior. Unos chicos de la zona que estaban pasando la tarde como tantas veces entre sus muros me indicaron amablemente cómo acceder, Mochila, chaqueta, todo dejarlo atrás, solamente la cámara con el 17-50 montado y el trípode eran los requisitos para poder acceder por el angosto espacio totalmente oculto a la vista de los caminantes que pasaban cerca en esa tarde de sol.

Dentro el estado es desolador, expoliado, pintarrajeado, un deterioro brutal, una decadencia absoluta, el sonido de la arenilla que se desprende del suelo y cae de una planta a otra, la parte inferior con apenas luz y la superior sin ventana alguna que la detenga en su entrada hacen un contraste brutal, el esplendor vivido ya extinto en el tiempo, que te abraza con su sensación de abandono total.

Por el camino en el suelo entre los arbustos el tendido eléctrico que alimentaba el palacete y lo dotaba de energía puede verse enmarañado, los postes aun siguen en pie, pero la electricidad nunca mas volvera a pasar por ellos.

Acompáñame por sus estancias y pasillos....



    
Vista exterior desde los pies del palacete, su presencia es espectacular, una lastima profunda te envuelve cuando accedes al interior.



La librería vacía, solamente el polvo y las pintadas ahora llenan los estantes. Una madera que en sus tiempor se delito con las obras de arte que la rodeaban.



los puntales que sustentan con su esfuerzo el posible colapso de las entreplantas ajadas por el tiempo.



Una escalera en la penumbra es una gran alegoría al conocimiento, tan solo tenemos la certeza del lugar exacto de esta en la que nos encontramos. Somos nosotros con nuestras preguntas los que peldaño a peldaño descubrimos a dónde nos conduce con sus respuestas.



Un pasillo angosto, alicatado y con arquetas en su fondo.



Cruza el dintel, no mires al rostro de la puerta, siente, y deja aflorar la imaginación evocada de la vida entre sus paredes.



El pasillo, ven, coge mi mano, y cruzalo conmigo.



Los puntales que inundan la mayoría de las estancias a veces hacen demasiado angosto el paso y la posibilidad de mejores encuadres.



La arquitectura interior, la exquisitez de las obras de los canteros de la zona que trabajaron en su construcción.




el oxido en los puntales hace juego con el deterioro de las estructuras, quizás un final común para ambos les aguarde.




Los radiadores que se encargaban de mantener junto con las chimeneas las estancias acogedoras ahora están en el suelo olvidados...



Las chimeneas obras de arte que ahora no combaten el frío invierno.



Una de las pocas estancias que están sin puntales, la mayoría en la planta superior.



La luz y el viento se cuelan por unas ventanas que desprovistas de nada que lo amortigüe dejan a los elementos bailar a placer por el edificio.


Una de las terrazas, al pisar el suelo la tierra , antiguo hormigón que lo compone se desprende a cada paso, un lugar de peligroso acceso, pero con unas vistas de Madrid impresionantes.



Juan Amich, y Alejandro Manzano, dos jóvenes de la zona que pasaban la tarde en su interior, como tantas otras veces, la vida que a veces albergan estos muros olvidados.




La capilla, lo que queda de ella, arte puro olvidado para ser pasto del tiempo.



Para bajar a ella las puertas enrejadas entreabiertas tratan de cortar el paso, sin conseguirlo.



Logro pasar su dintel, y miro arriba.



La imagen espectacular lo que lo antaño se antojaba como una joya, ahora me recuerda a otras muchas capillas e iglesias abandonadas que en otras ocasiones he visitado.



Sobrecogedor....



La hora dorada nos cubrió con sus brazos, dando una luz perfecta y agradable a un lugar abandonado e inhóspito.



El mismo pasillo a la luz del atardecer cambia de forma considerable.



Una puerta apoyada, cerca de la angosta oquedad por la que accedí, despide mi visita.



El camino conduce a otros parajes, atrás dejamos el palacete, que nos llama para volver, algún secreto oculto se que me dejo en su interior, con más tiempo la próxima vez ... la luz se escapa y el camino es largo.


Espero hayáis disfrutado con el paseo os espero como siempre en la próxima entrada.

sábado, 10 de marzo de 2018

La mansión.


Mucho tiempo en venta.Un cartel que reza: disponible, con un número de teléfono, corona el vallado exterior. Un tiempo excesivo sin moradores, azotado por la inclemencia del clima de montaña, que ha producido que se hunda parte del tejado. El mármol del suelo al menos es más ajeno a esas inclemencias. Una puerta contigua a la principal con una palabra,"servicio", nos remonta a aquellos años en los que el personal de limpieza y cocina no podía cruzar por la misma puerta de "los señores". Una gran escalera, desde la entrada con rellanos, construida en granito, con fuentes y rodeada de un bosque espectacular te conducen a las tres edificaciones que componen el conjunto. La mansión principal, el garaje y la casa de los guardas o invitados (desconozco cual sería el fin último de esta). Al entrar en la mansión principal su papel decorado y el mármol blanco de su suelo te invitan a evocar quizás por contaminación de lo que vemos en televisión la época en la que la doncella o ama de llaves de la casa iba ataviada con el clásico uniforme, mientras los señores de la casa reciben las visitas. Salones con chimeneas preparados para el frío invierno, en algunos con restos de velas que ofrecieron su luz a las estancias recientemente. Libros ajados encima de las mesas y algunos muebles son de los pocos objetos cotidianos que se pueden encontrar. La decadencia de un lugar que seguramente por sus detalles tuvo que brillar en otro tiempo con luz propia. La cocina, con un montacargas para los platos preparados situada en el nivel más inferior aun conserva los muebles, abiertos todos como si un poltergeist los hubiera azotado. La sensación que transmite es extraña, aportando retazos de un tiempo pasado de esplendor en conjunción con la tranquilidad de su estado de abandono. El tejado parcialmente hundido no invita a recorrer la parte superior en exceso, las nevadas y el clima junto con la falta de mantenimiento y reparaciones de las vías de agua terminarán provocando que al final por completo éste se derrumbe. 
Una mañana soleada que escogí para volver a recorrer los pasillos que en otra ocasión observé a la luz de mi linterna....

Déjame que te haga de Cicerone, y recorramos la mansión.... 





En la entrada un mueble te da la bienvenida, madera noble que  aguanta el paso del tiempo y la inclemencia de la humedad.



Las puertas sacadas de sus goznes y tiradas en el suelo al pie de una ventana cuya cortina se  mueve al compás del viento.



Parte del marmol arrancado del suelo al pie de un mueble con una decoración exquisita, abierto alguien quizás busco el llevarse un recuerdo.



La luz filtrada por la pátina de las ventanas suaviza el color de unas paredes que antaño acogieron a sus moradores. 


Aun parece que los sirvientes de la mansión vayan a encender el fuego preparándolo para que los Señores puedan disfrutar de una comodidad plena al charlar o tener un rato de lectura.



Una solitaria mesa y un mueble con un espejo que por el paso del tiempo y el polvo acumulado poco cumple su función, sostienen los libros que en otro tiempo ocuparon su espacio en la biblioteca de la mansión.



Jamás olvides un libro, siempre hay conocimiento en su interior.




Las páginas amarillentas y que en algunos casos se descuelgan, sobre el polvo que poco a poco ocupa y cubre la estancia.



La madera aun aguanta... las páginas también.




¿Una cocacola o un botellín? ¿Te la tomas conmigo a la luz de una vela?



Detalle de la chimenea flanqueada por los dos sillones.



La pátina de las ventanas producen que estas parezcan vidrieras, las chimeneas decoran los ligares, el invierno es crudo en estas latitudes.



Arriba las habitaciones con arcos en los pasillos dan la sensación de que en cualquier momento recuperarán vida.


Me encanta pasear por estas estancias, sacadas de un decorado de cine de terror.



Como siempre el vandalismo hace su presencia...



Los muebles de la cocina como azotados por un poltergeist.





Una sala de estar, quizás salon de juegos con rejas en las ventanas, de las pocas que existen en el complejo.




Comenzamos a recorrer el camino que nos conduce a la salida, la escalinata es imponente, toda una obra de arte.



Detalle de la fuente en la parte central cuyo desagüe es conducido por el centroa través de una canalización hasta la parte inferior.



Detalle de otra época que corona una puerta decorada con gusto. 




Al salir no olvidéis .... cerrar la puerta.



Espero hayáis disfrutado el pequeño paseo, os espero como siempre en la siguiente entrada...